Gabriela Teresa Ortega
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Reportajes (Joe Sacco) y Pyongyang (Guy Delisle) son cómics en los cuales es posible rastrear aspectos estructurales, estrategias narrativas en común y objetivos similares que, más allá de las diferencias perceptibles de estética y de asuntos tratados, hacen que pueda ser posible reunir a estas obras bajo un mismo rótulo: la crónica. Este texto pretende ser una exploración de algunos de esos rasgos formales que presentan estas obras en tanto muestras de lo que puede ser una crónica en formato cómic.
Figura 1. Reportajes (Joe Sacco).
Figura 2. Pyongyang (Guy Delisle).
Un rasgo muy evidente en los cómics mencionados y que los emparenta con la crónica es el carácter documental, la intención de informar y registrar, en una relación coherente de hechos, una realidad. A pesar de que en estas obras son diversas las realidades documentadas, hay una coincidencia en el hecho de que estos autores hayan querido mostrar hechos relativamente ignorados por muchos (como los detalles de cómo se vive en Pyongyang) o que, aun cuando se conocen, se buscan sepultar en el silencio o tergiversar a favor de los poderosos (como los sufrimientos padecidos por los sobrevivientes de guerras). Ahora bien, ¿qué puede develar este objetivo en común sobre las formas que adoptaron estos cómics?
El que Sacco haya pretendido acercarse a realidades ignoradas y a seres invisibilizados e indeseados que pululan en el margen hizo necesario que se decidiera por formatos periodísticos como la entrevista y el reportaje, los cuales parece haber adoptado, además, introduciéndose, total o parcialmente, en los lugares que investiga (campamentos de refugiados, etc.), conviviendo por cierto tiempo con esos «otros» que observa y entrevista. Tales estrategias de una suerte de periodismo de campo le aseguraron, a diferencia de lo que hubiese logrado la indagación por terceras fuentes, un contacto directo y sin mediaciones con esas realidades de las que es testigo y narrador.
Esta inmersión en lo desconocido está también presente en Pyongyang, crónica en la que Delisle refiere su estadía en la ciudad norcoreana, relatando lo que vivió y observó y no lo que solo conoció de oídas. En el caso de esta crónica , sin embargo, el hecho distintivo de que el foco esté puesto en la experiencia del autor (desdoblado en personaje) y no en las ajenas, así como la índole de personaje principal y no testigo del narrador, diferencia esta obra de la de Sacco y la dota de otra naturaleza. En este aspecto, Pyongyang presenta una distinción al tener un carácter, en cierto sentido, tal vez menos investigativo y documental que el otro cómic y al ser, en cambio, más personal e íntimo, con ecos de diario y de crónica de viaje. Y es que, si bien es cierto que Delisle exhibe datos, cifras y estadísticas que ayudan a comprender cómo se vive en Pyongyang -como cuando refiere el porcentaje de espías (ver figura 3)-, estos quedan relegados a un segundo plano a favor de la relación directa de lo que vivió del narrador, de las observaciones y reflexiones que este hizo motivado por su espíritu crítico y que igualmente son documento válido de la realidad de la capital norcoreana.
Figura 3. (Pyongyang. Viñeta 2 de la lámina 152).
La intención de validar la información mostrada, ese afán de investigación y veracidad que la crónica literaria hereda del periodismo y la historiografía es, por tanto, un rasgo común a estos dos cómics, aunque esté presente en diferentes grados. Por las razones expuestas, podría decirse que estas estrategias (inmersión, investigación) para relacionarse con una realidad «otra» y ajena actúan al mismo tiempo como una forma de los autores de estas obras de indicar desde qué lugar, con qué distancia y nivel de compromiso pueden abordarse legítimamente los asuntos de la periferia, además de constituir mecanismos de validación de lo que se narra: habiendo tomado los datos de primera mano y con rigurosidad, estos no deben desdeñarse, por más subversivos que resulten respecto a discursos hegemónicos.
La voz de los autores cobran en estas obras, pues, una gran importancia. De esta manera, se llega a otro aspecto compartido y que es fundamental para entender estos cómics como crónicas gráficas: se trata de la presencia del narrador, de su inmersión en lo que relata muy de cerca, de esa subjetividad que atraviesa las crónicas -según dice Earle Herrera en La magia de la crónica (22)- y que, por las particularidades del cómic como medio expresivo, se manifiesta en estas dos obras tanto en las características gráficas como en las lingüísticas. En el cómic de Delisle, el carácter subjetivo de la crónica puede rastrearse en los juicios hechos por el autor, a veces comentados abiertamente con otros personajes (ver figura 4) o contenidos en enunciados destinados únicamente a los espectadores (hay ejemplos en la modalidad voice over reproducida en la figura 5). También Sacco, en algunos de sus Reportajes, deja por momentos volcar su opinión desfavorable respecto a las injusticias del poder y su empatía hacia las víctimas, llegando así a decir abiertamente, por poner un ejemplo, que «pronunciar la palabra ‹genocidio› cuando se trata de un hecho consumado es mucho más fácil que impedirlo» (lámina 13), e inclusive llevando este periodismo subjetivo (como él mismo lo llama) al punto de encabezar sus reportajes con titulares subversivos -«¿Qué refugiados? Rusia esconde a los chechenos bajo la alfombra» (figura 6).
Figura 4. Juicios del personaje principal. (Pyongyang. Viñeta 4 de la lámina 20).
Figura 5. Modalidad voice over en el cómic de Delisle. (Pyongyang. Viñeta 6 de la lámina 34).
Figura 6. Marca de subjetividad. (Reportajes. Viñeta 1 de la lámina 76).
Esta subjetividad que a nivel textual emparenta a estos dos cómics estaba ya anunciada a nivel gráfico por el protagonismo que en los dibujos tienen los narradores.Por ser el narrador de Pyongyang también el personaje principal, su presencia recurrente, aunque no es en ningún modo un dato inestimable, no resulta extraña. En el cómic de Sacco, en cambio, no siendo el narrador el protagonista, resulta llamativo que aparezca dibujado en los escenarios que visita para documentarse (marca del tipo de periodismo que realiza), como si se quisiera dar importancia al hecho de que es él, y no otro, quien mira y ofrece su visión particular de la realidad circundante. Así pues, aunque prefiriendo Sacco los primeros planos para sus entrevistados, su presencia, no obstante, es también ineludible, y su figura se aparece siempre a los lectores junto con sus respectivos utensilios que posibilitaron la incursión y la investigación en el territorio marginal (figura 7).
Figura 7. Representación de Joe Sacco en Reportajes. (Viñeta 2 de la lámina 103).
Esta autorepresentación de los autores/narradores en las viñetas de los dos cómics es solo uno de los tantos indicios gráficos de que en estas crónicas hay una subjetividad que guía la interpretación de lo mostrado. Otro indicador gráfico de esto es la caricaturización del dibujo, puesto que con tal estrategia, parafraseando a Daniele Barbieri en Los lenguajes del cómic, un dibujante consigue subrayar aspectos que le interesan particularmente y que permiten tener una idea simplificada de la opinión y la significación que de eso se hace el autor. (75-79) Si bien es cierto que estos dos cómics presentan este rasgo, lo hacen en diferentes grados; habiendo sido aprovechado en los Reportajes como recurso ocasional para transmitir fácilmente emociones propias y ajenas (hay ejemplos de ello en la viñeta reproducida en la figura 8), la caricaturización como marca de subjetividad es más relevante, como se verá, en Pyongyang.
Figura 8. Caricaturización en Reportajes. (Viñeta 2 de la lámina 11).
Figura 9. Efecto cómico de la caricaturización en Pyongyang. (Viñeta 6 de lámina 110).
Figura 10. (Pyongyang. Viñetas 6-8 de la lámina 156).
Pero si la voz y la mirada de los narradores/autores son esenciales en estas obras, en Reportajes no lo es menos lo que los sujetos entrevistados tienen que decir, esas historias y detalles personales que el periodismo tradicional y la opinión oficial tienen poco en cuenta y que son elocuentes al momento de referir los abusos del poder y los padecimientos de los marginados. En sus Reportajes se nota cómo Sacco supo aprovechar esta fuerza discursiva que podía tener el testimonio de los invisibilizados; junto con las entrevistas a conocedores de las situaciones que investiga (líderes, activistas, etc.), Sacco refiere en los cartuchos lo que los entrevistados le han contado (en una suerte de narración transpuesta), decidiendo insertar también en los globos de diálogo las voces directas de los implicados, mientras el dibujo se enfoca en sus rostros. Así, Sacco da relevancia a las individualidades oprimidas mediante abundantes encuadres en primeros planos que muestran las marcas del sufrimiento en los semblantes y, además, mediante esas numerosas ocasiones en la que el dibujo se desliga de la acción narrada (que está concentrada, en cambio, en los cartuchos y los globos) para detenerse en los rostros (como en la figura 11), en esas consecuencias o manifestaciones más reales de la desgracia y la crudeza, en esas caras que por sí mismas son una denuncia.
Figura 11. Enfoque en los rostros de los personajes (Reportajes. Viñetas 3-6 de la lámina 193).
Del hecho de que los rasgos visuales abordados anteriormente (encuadre de rostros, caricaturización, presencia de narradores) pudieran aportar cierto conocimiento sobre la discursividad de estas obras, se infiere, por lo demás, que las características del dibujo son esenciales para determinar el carácter que puede tener una crónica en este formato. Reportajes, por ejemplo, con su dibujo de tendencia realista se presenta como periodismo gráfico de una crudeza y de un dramatismo considerables, los cuales se ven atenuados un poco, sin embargo, por la elección (salvo en los primeros reportajes) de una paleta de colores grises, en detrimento de los colores que en la vida real definen la guerra.
En cuanto a esta dicción empleada para tratar asuntos de esta categoría, dicción que oscila entre el afán de fidelidad a la realidad y la intención de hacer «digerible» el relato, Pyongyang se sitúa en esta última línea, pues su trazo sencillo y no realista, el dibujo en blanco y negro (que emula la limpidez y poca vitalidad de la ciudad), la figuración altamente icónica (sobre todo en la representación del narrador-personaje), las viñetas con pocos elementos, son todos aspectos que sirven para promover la identificación del lector (de acuerdo con McCloud 37), para restar un poco de tensión al relato y para hacer su contenido más fácilmente codificable y fresco, a pesar de los oscuros temas que también aborda. Esta intención de hacer llegar una verdad ajena (y difícil) de la manera más amena y también más comprensible al lector occidental explica, por lo demás, que Delisle, partiendo siempre de su experiencia como ciudadano occidental y capitalista, se afane en establecer siempre puntos de comparación, directos o indirectos, entre la realidad que él y sus lectores conocen y la que se consiguió en Pyongyang. Así, se consiguen ejemplos de esto en la triste alusión a cómo ha engordado tres kilos mientras en Corea del Norte hay personas que trepan a los árboles para tomar sus frutos subrepticiamente. (139) Tal estrategia de establecer contacto con el lector a través de alusiones a escenarios comunes está también presente en los Reportajes de Sacco y funciona como una manera muy eficaz de lograr que, por contraste, el lector pueda hacerse una idea más clara de su situación privilegiada respecto a la de tantos seres oprimidos.
Habiendo explorado algunos puntos de encuentro y desencuentro de estas dos crónicas gráficas, solo queda por señalar, a modo de conclusión, que esta apelación al lector señalada previamente debe verse en relación con la incompletitud que el final de estas historias tienen en común. Siendo crónicas, estos cómics solo conocen una resolución a nivel meramente textual, teniendo los acontecimientos narrados una suerte de continuidad en el presente de los lectores. En este sentido, parafraseando a la profesora María J. Barajas, estos relatos constituyen una actualización de una antigua pregunta que, por no resuelta, los cronistas aún dirigen a sus lectores; una siempre viva invitación a la reflexión en torno a asuntos todavía vigentes e inconclusos que no cesan «de aparecer en réplicas del presente». («La crónica periodístico-literaria»pár.10) Como queriendo insistir en el asunto central, desafortunadamente muy presente, de la ansiada libertad individual frente a sistemas opresivos, Delisle decide culminar Pyongyang con la representación de esta perenne lucha en la figura de un endeble avión de papel que el personaje impulsa a volar más lejos. (figura 12) Asimismo, si consideramos el desinterés de Sacco por culminar cabalmentecada uno de sus reportajes, nos daremos cuenta de que estos cómics son historias que, usando las palabras de Carrión, «no acaba[n], sigue[n] en marcha. Lo que es sin duda mucho peor». (Barcelona. Los vagabundos de la chatarra 5).
Figura 12. La apuesta por la libertad en el final de Pyongyang. (Viñetas 4-8 de la lámina 176).
Referencias
Barajas, María J. «La crónica periodístico-literaria». Papel Literario de El Nacional, septiembre de 2012, http://www.el-nacional.com/papel_literario/cronica-periodistico-literaria_0_53994686.html, consultado el 16 de diciembre de 2019.
Barbieri, Daniele. Los lenguajes del cómic. Barcelona: Paidós, 1998.
Carrión, Jorge y Sagar. Barcelona. Los vagabundos de la chatarra. Barcelona: Norma Editorial, 2015.
Delisle, Guy. Pyongyang. Bilbao: Atisberri, 2013.
Herrera, Earle. La magia de la crónica. Caracas: Dirección de Cultura UCV, 1986.
Sacco, Joe. Reportajes. España: Random House Modadori, 2012.
Gabriela Teresa Ortega (Caracas, 1998). Estudiante de Letras de la Universidad Central de Venezuela.
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