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El fenómeno autorreferencial

Gabriela Vignati


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El arte tiene especial predilección por lo inacabado y fragmentario, pues no exige en sí mismo una conclusión o cierre minucioso y ordenado. Por otra parte, el juicio del espectador sí que requiere tender un puente entre el fenómeno estético y la lógica acabada, finita, cuando intenta aprehender y sistematizar la experiencia artística. Entre la ambigüedad del arte y los procesos de recepción, que no son más que procesos lógicos constitutivos de la realidad, existe una relación de copertenencia.


Las manifestaciones artísticas tienden a un esquema abierto y tramposo, capaz de interrumpir el curso ordinario de la vida y estimular los sentidos, pero ello resulta insuficiente para suscitar la reflexión y evocar el verdadero placer estético. De cruzar el puente, convirtiendo al arte en objeto de análisis racional, basado en los conocimientos previos que definen el gusto, se deriva un deleite muy específico. Todo aquello que en la lógica es contradicción, imperfección e imposible, en el arte es recurso y artificio para permitirle a la mente una recreación insospechada. Así, en los nuevos horizontes de sentido propiciados por el arte, se permiten todos los tipos de rupturas y dificultades lógicas, originando fenómenos aporéticos como la autorreferencia.


La postmodernidad ha convertido la autorreferencia en un concepto elástico, con numerosas aplicaciones. Resulta pertinente observar este fenómeno e interrogar tanto su comportamiento como el del receptor que, buscando ese específico placer estético, se ve atrapado recurrentemente en loops de autorreferencialidad a través de casi cualquier medio: literatura, cine, televisión, plástica, teatro…


Se habla de autorreferencia –o de metaficción, metacine, metapintura, etc– cuando, por medio de distintos artificios técnicos, una obra se reconoce a sí misma y origina una paradójica estructura de recurrencia que comprende un antinatural bucle o efecto de rebote. Al reconocerse y nombrarse a sí misma, la obra interrumpe, con un determinado fin, la lógica establecida.


El Quijote de Cervantes es uno de los antecedentes más relevantes de la autorreferencia. Por obra de un ingenioso artificio discursivo, Cervantes consigue que la obra maestra de la literatura española termine convertida en un manuscrito arábigo. La historia se ofrece tempranamente como la traducción del original escrito en árabe por un tal Cide Hamete Benengeli, o el señor “berenjena”, dando lugar a un juego de narradores que son a la vez comentaristas y editores de la novela. En dicho juego, el manuscrito inédito, producto de un improvisado hallazgo, narra la historia que estamos leyendo, la cual ha producido el manuscrito. En otras palabras: el manuscrito es hallado porque la narración se está produciendo hasta el punto en el que esta encuentra su propio punto de partida.


Xilografía de Gustave Doré, 1863.


Estamos ante un elemento que se presenta como principio, producto al mismo tiempo de una consecuencia que implica el retorno del principio sobre sí mismo. El manuscrito es un relato en segundo grado, un texto literario subordinado a un nivel superior al que da origen simultáneamente. Este juego de Cervantes nos sitúa en el territorio de la metadiégesis, en el que un mundo puede crearse –y hablar de su proceso de creación− mientras se va experimentando.


A la manera de Cervantes con su confusa red de narradores, la autorreferencialidad va en contra de nuestro marco de pensamiento para privilegiar una trampa lúdico estética y construir un imposible. Por supuesto, el Quijote se trata de una parodia, pero aunque Cervantes no pretendiera confundir al lector, la novela posee tal coherencia interna que en una primera lectura resulta un verdadero ejercicio mental descifrar el entramado de narradores. La autorreferencia propicia que el juicio, intentando encontrar una salida lógica, permanezca atrapado en una red de convincentes artificios. Morder el anzuelo es divagar y dibujar una interminable trayectoria dentro de la órbita en la que la obra obliga a gravitar.


El ejemplo del Quijote ilustra cómo la autorreferencia altera la relación entre las partes y el todo, de modo que un fragmento puede tener la propiedad de reunir al todo. De esta forma concreta opera la autorreferencia en las fugas, una forma musical compuesta de la reiteración de una melodía, en diferentes tonalidades pero con la misma jerarquía. En una fuga, cada voz alude inmediatamente a una totalidad que ya incluye a la melodía inicial. Así está compuesta la canónica fuga en re menor de Johann Sebastian Bach: un elemento es igual al conjunto, de la misma forma que el principio es igual a la sucesión que este origina, induciendo el retorno sobre sí mismo.



La autorreferencia es, entonces, una especie de autoscopia o reflejo inclusivo en el cual dos elementos −la narración de Cervantes y el manuscrito, la melodía y la fuga− se refieren mutuamente en un mecanismo recíproco y simétrico donde la referencia de un elemento del conjunto total, contiene a toda la totalidad que la designa. Las estructuras de recurrencia implican al mismo tiempo un desacuerdo de la identidad de la obra consigo misma, dando lugar a tercas proposiciones sin salida al estilo de «¿qué fue primero, el huevo o la gallina?». Y este ejercicio es producto de nuestro juicio, al tratar de establecer el puente que conecte aquello que perciben los sentidos con un conocimiento previo, intentando explicar así las leyes trastocadas y retorcidas de un objeto artístico que persigue −o intenta simular− una justificación lógica.


¿Cómo se puede aplicar este mismo concepto al plano visual en dos dimensiones? El neerlandés M. C. Escher probó, con su dominio de la técnica y su magistral habilidad para manipular la perspectiva, la existencia de un sin número de ingeniosas soluciones compositivas al problema de dibujar paradojas, infinitos e imposibles. Las litografías más famosas del artista son aquellas cuyos sistemas de simetrías y reciprocidades representan un bucle infinito de forma visual.


Hand with reflecting sphere (1935) es una obra fascinante que demuestra como Escher está, en un sentido muy obvio, operativamente incluido en el proceso de retorno reflexivo de la obra, sin embargo, son otras las litografías que mejor definen la reciprocidad entre los elementos autorreferenciados, suscitando la reflexión sobre el retorno inducido.


Ascending and Descending es una litografía de 1960 donde Escher representa una estructura imposible desde el plano de la física: la famosa escalera de Penrose. La misma ejecuta una hipnótica torsión que la convierte en el principio de sí misma en un bucle infinito.



Así mismo, Reptiles (1943) presenta la ilusión de que sus figuras escapan de las dos dimensiones, completan un recorrido y regresan a su estado original en la lámina de papel.




Si no supiéramos que estos dibujos de Escher son irrealizables en el plano físico, si no pudiéramos advertir las rupturas y desafíos que proponen, tal como advertimos las contradicciones en un acto metadiegético, ¿seguirían siendo tan atrayentes? Es indiscutible que su condición de imposibles no compromete la calidad estética, la excepcional técnica y el sorprendente imaginario de Escher, pero sin duda alguna constituye un valor sin el cual a su obra se le negaría un horizonte de sentido. Uno especialmente gratificante.


Entrados en el plano visual, supongamos que la autorreferencia pueda ser entendida como una proposición o sistema circular, representado en la música como una repetición y en el dibujo como un circuito. Si hablamos de autorreferencia como forma, ¿hasta qué punto es lícito aplicarla a objetos tridimensionales? Sorprendentemente, este fenómeno consigue adaptarse a la arquitectura a través de la espiral.


El Pabellón de Dinamarca es un proyecto arquitectónico desarrollado por el estudio Bjarke Ingels Group para la Expo Mundial 2010 en Shanghái. La estructura en bucle, una doble espiral cerrada de acero, está diseñada para la trayectoria de 300 ciclistas, pero también se puede hacer el recorrido sin fin a pie. El circuito inicia al nivel de la calle, sube hasta el punto más alto y retorna hasta el punto de partida. En apariencia, es el uróboro que hunde la cola en sus propias fauces.



Otro proyecto del arquitecto danés que simula el retorno inducido de la autorreferencialidad, es el Museo Atelier en espiral para la compañía de relojes suizos de lujo Audemars Piguet. La doble espiral en la azotea del edificio literalmente realiza una torsión sobre sí misma, generando la ilusión de que el diseño se genera a sí mismo, pues parte y culmina en el mismo punto.


Por medio del discurso o la composición, la autorreferencia halla los pasadizos por donde escurrirse una y otra vez. Creo haber presentado, mediante la exploración de este fenómeno, suficientes evidencias de la ambivalencia del arte: es tanto manifestación estética como resultado de los esfuerzos que hace nuestro juicio por entender su funcionamiento, experiencia sensorial y confuso engranaje mental al mismo tiempo. Sea dicho una vez más que de la relación entre las representaciones artísticas, que son subjetivas, y nuestro propio proceso constitutivo de la realidad, basado en conocimientos previos, deriva la asombrosa facultad de juzgar placenteramente los objetos artísticos. Cada uno de los ejemplos citados supone un cuestionamiento de los límites de la creación y la constatación de que entre el mundo que se crea y el mundo desde el que se crea, se ha abierto una tentadora brecha para contradecir las convenciones del mundo real, engañar a los sentidos y estimular todos nuestros mecanismos de percepción.



 

Bibliografía


Álvarez, L. (2010) «La "autorreferencialidad" de la experiencia estética». FEDRO. Revista de Estética y Teoría de las Arte. Volumen (9) Recuperado desde: http://institucional.us.es/fedro/index.php?page=numero-9-abril-de-2010


Escher, M., Locher, L. (1974) The world of M.C. Escher. Nueva York: Abrams Books.


Genette, G. (1991) Ficción y dicción. Barcelona: Editorial Lumen, S.A.


 












Gabriela Vignati (Barquisimeto, 1998) lee, escribe e interviene textos. Es estudiante de la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Fue alumna de la 12va. cohorte del Diplomado de Edición de la Cámara Venezolana del Libro. Actualmente es becaria del Programa Excelencia de la Asociación Venezolano Americana de la Amistad (AVAA), una organización que promueve el desarrollo de estudiantes ejemplares, con la misión de desarrollar responsabilidad social en los ciudadanos.

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