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Ana Vanessa Urvina o las metáforas del trópico

Ricardo Sarco Lira


Cápsula

 

¿Cómo desconfiar

aún, si bajo

la losa gris, la

cimentada piedra,

sacó la lengua

invencible

esa yerbita verde?


Fina Garcia Marruz


Floating Garden in Yellow, 2022
Técnica mixta en caja acrílica
©Ana Vanessa Urvina


En su acepción más manejada la palabra “trópico” se refiere a los círculos paralelos, a la línea del ecuador en la esfera terrestre. Refiere, igualmente, a la extensión geográfica comprendida entre ambos círculos y, por asociación a toda la fauna y flora que habita estas zonas; aplica igual a las diversas culturas y grupos sociales que estén en el área descrita. Engloba, por tanto, una enorme cantidad de espacios, seres y hechos, por lo que es difícil dar con una idea clara de cómo esto puede manifestarse visualmente, plásticamente o, mejor dicho, plantea una muy amplia variedad de posibilidades en las que esta temática puede ser abordada visualmente.


En el imaginario cultural latinoamericano el apartado “trópico” es particularmente rico en referentes: partiendo de las oscuras selvas de Wifredo Lam, hasta llegar a los trajes de colores y lentejuelas de Carmen Miranda, la imagen que hemos tejido de “lo tropical” es una de abundancia y voluptuosidad, una que, cómo la noción de caos para los griegos, contiene en sí todas las posibilidades, todas las riquezas en estado bruto.


Pero trópico es, también, en su sentido etimológico, aquello que pertenece al “tropo”, figura retórica que consiste en la utilización de una palabra en sentido figurado, usualmente mediante la sustitución de una expresión en donde el sentido recto de la misma se curva. Lleva, pues, trópico configurado en sí su propia desviación, su propia posibilidad de transformación.


Una imagen más certera del trópico sería, decían los tropicalistas brasileños, una que haga convivir las riquezas del trópico, junto a la violencia inherente a estos territorios.


De izq. a der.: Isle 1, Coral 2 e Isle 2, de la serie Relatos Caribe y otras islas, 2020
©Ana Vanessa Urvina


Esta es la naturaleza que Ana Vanessa Urvina intenta domar, contener a través de un arduo trabajo de abstracción, en sus lienzos, la que brota y se traduce en instalaciones penetrables en donde las formas lúdicas parecieran otrora haber sido aves, peces o frutos caribeños hibridados en un acto de devoración. Un trópico que engloba la más bella flora y un espíritu depredador, a la vez seductor y peligroso.


Ana Vanessa Urvina, Miami, 2020
Fotografía de ©Maurio Gómez Amorreti

Licenciada en Artes, mención artes plásticas de la Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela, con un Máster en Artes en Producción artística, especialización en Artes Visuales, en la Universidad Politécnica de Valencia, Urvina emplea una gran variedad de recursos plásticos desde pintura y dibujo, pasando por el collage, la escultura y hasta la instalación, usando soportes que van desde el lienzo y el papel hasta el acrílico y las láminas de madera.


Urvina, quien participó este año en la primera edición de la Venezuela Art Fair, en la galería One Space en la ciudad de Nueva York, y cuya obra se caracteriza por el uso de colores vibrantes y la acumulación de líneas curvas y figuras fitomorfas, considera como referentes importantes los trabajos de Georgia O’Keefe y Beatriz Milhazes, así como las pinturas de Tarsila Do Amaral.


Vistas de la instalación Blooming en la Venezuela Art Fair en la galería One Space, Nueva York, 2021
©Ana Vanessa Urvina


Afirma encontrar la inspiración para sus obras en la naturaleza venezolana en la que se crió y vivió por muchos años, pero también en la luz y las aguas del mar Caribe, y en los vastos cielos de Miami, donde actualmente reside y trabaja. Aún así su obra vuelve una y otra vez sobre la imagen del trópico, sobre lo selvático y sobre un mar abundante en riquezas naturales; vuelve sobre el paisaje venezolano que Gallegos intentó contener en su gran y barroca novela Canaima: unas tierras en las que el agua domina todo, en las que la espesura de la vegetación resulta avasallante, en donde se escuchan las promesas de un paraíso perdido y el sonido de las fieras al acecho.


Una obra que habla de una cultura y un país, particularmente ricos y severamente duros. Una naturaleza plasmada en el lienzo que, a pesar de todo, lleva consigo las infinitas posibilidades que el trópico puede ofrecer. Cargadas de vida y de una energía vibrante, pareciera, sin embargo, que las obras de Urvina abogan por una imagen del trópico más amena, cargada de una cierta añoranza, de un sentido de pertenencia e identificación que convierten a la frondosa y oscura selva tropical en un lugar diáfano, de vida y creación. Un trópico que florece en el abismo.


© Mauricio Gómez Amorreti

 
Una versión reducida de este texto fue empleada como texto curatorial para la muestra individual de Urvina, “Metáforas del Trópico”, que inauguró el 16 de agosto de 2019 en la sala pequeña del Centro de Bellas Artes Ateneo de Maracaibo.
 

Ricardo Sarco Lira (Caracas, 1991) es licenciado en Artes, Mención Artes Plásticas y Museografía, de la Escuela de Artes de la UCV, en donde también realizó el Diplomado en Crítica del Arte. Actualmente se desempeña como profesor de la misma casa de estudios y como documentalista en el Archivo Fotografía Urbana. Ha realizado charlas y publicaciones en varios medios sobre arte y cultura; actualmente lleva la columna mensual "Hojas sueltas" en el blog de La ONG.

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