Ernesto Borges
Cápsula
Autorretrato con camisa rallada (1910)
Estas reflexiones en torno al deseo y la muerte en la obra de Egon Schiele son el resultado de una fructuosa conferencia realizada por Sapiens Unimet, una agrupación estudiantil de la Universidad Metropolitana que en este caso abordó en uno de sus eventos el tema del Erotismo en la Pintura.
Egon Schiele (1980-1918) fue un artista austriaco que tras fallecer prematuramente a la edad de 28 años, legó una gran producción pictórica que se caracteriza por el trabajo con retratos y desnudos eróticos. Su dibujo, muy trabajado y estéticamente marcado por la expresividad de un trazo sugerente y discontinuo, nos presenta cuerpos y encuentros tan eróticos como pornográficos, muy seductores y extravagantes en sus posturas; que avivan en el espectador una experiencia erótica acompañada de la pregunta sobre su naturaleza.
Es casi una constante, en su obra de madurez, la apuesta visual por perspectivas alejadas y llenas de miembros segmentados. Tal como se aprecia en sus pinturas Desnudo de muchacha con cabellos negros, de pie (1910) o Autorretrato desnudo y gesticulando (1910): “Los cuerpos juveniles y anónimos se completan ante ojos del observador sólo de forma esquemática, como un rompecabezas compuesto de jirones de sueños, excitante pero irreal al mismo tiempo” (p.51).
Desnudo de muchacha con cabellos negros, de pie (1910)
Autorretrato desnudo y gesticulando (1910)
Sus figuras humanas se enmarcan en una experiencia onírica de placer, pero que rápidamente entra en conflicto con una experiencia muy distinta: la del sin sabor y la vacuidad. En las mencionadas pinturas, los cuerpos-objetos de deseo son también sujetos de displacer y melancolía. Desnudos, presentan al espectador quizás demasiada carne estilizada y manipulada. Y por la sobreabundancia de exposición, su obra tiende a desarrollar una suerte de dialéctica entre deseo y displacer, debido a que la excitación de uno de los términos lleva o descubre, en sí, a su contrario. Cómo bien indica el filósofo y literato George Bataille: “El erotismo del hombre difiere de la sexualidad animal precisamente en que moviliza la vida interior.” (p.20)[2]; si bien el deseo se establece en relación con un objeto “externo” al sujeto, real o imaginario, supone ante todo el desarrollo de un movimiento volitivo e interior que reclama ese “otro,” en la forma de una apropiación que no alcanza, o en la disgregación del impulso en el encuentro y consumación sexual.
En la obra de Schiele la experiencia de lo erótico nos descubre el desarrollo y tensión de un deseo que no se consuma, pero que se muestra siendo. El erotismo quizá se distingue por ser el advenimiento de un impulso-deseoso que se difiere, o prolonga. La vista de pájaro y el carácter aparentemente inconcluso e indicado de sus trazos y pinceladas, pueden interpretarse como elementos expresivos que juegan en función de esta experiencia que roza lo onírico e inasible. De hecho, puede considerarse también que la experiencia del éxtasis deseoso encuentra vínculos de correspondencia con los del sueño. Tal vez ¿con la muerte?.
Dos mujeres yaciendo (1915)
En su trabajo Dos mujeres yaciendo (1915) encontramos un excelente tratamiento de estas dos experiencias. Por un lado, encontramos un cuerpo afectado por el éxtasis, con un gesto facial plácido, casi ido del todo. En contraposición, yace una dama de trazos tan estilizados y caricaturizados que parece estar inanimada, tal vez muerta: ¿es un muñeco?. Éxtasis y muerte, deseo consumado y sueño, se vinculan en el entrelazamiento dos cuerpos. Ahora, sí lo erótico supone el diferimiento del propio deseo, la experiencia del éxtasis y la consumación del deseo sexual hacen manifestarse más explícitamente la nada que habita este movimiento. El deseo, en tanto movimiento que busca consumarse frente a un límite (la persona otra, el cuerpo, o el objeto de deseo), es un impulso cíclico y reiterativo, carente de fin alguno más allá que su propia consumación.
Se encuentra aquí una dificultad singular en el seno de las experiencias aludidas. El encuentro extático o la experiencia erótica constituyen eventos que difícilmente pueden ser verbalizados, y ante la consciencia de ello el desarrollo conceptual no puede ser más que una tentativa, lúcida respecto de ciertos límites. La propia dinámica del deseo manifiesta esta realidad, pues tiende hacia una zona inasible de otredad que la constituye. Ese “otro” es diferencia, y nuestra relación erótica con él nos acerca a la experiencia de esa brecha, o insuficiencia, quizá insondable. Respecto de este tópico, el filósofo y crítico literario Maurice Blanchot afirma que: “Es posible que las palabras desconozcan la verdadera naturaleza humana, ya que ciertos momentos de la vida humana o experiencias posiblemente esenciales, como el éxtasis o el sueño, tienen una correspondencia más justa en el silencio que en el discurso” (p.101). [3]
Desnudo frente a un fondo colorido (1911)
La obra de Egon Schiele posibilita en buena medida ese silencio comprensivo, y en definitiva expresivo, que se sirve de medios extralingüísticos y artísticos para presentar lúdicamente el evento erótico y extático, junto a la pluralidad de significados que puede contener. La muerte entendida como interrupción, puede vislumbrarse entonces como un momento que en su negatividad hace posible el movimiento y desarrollo del deseo mismo. Igualmente, el silencio y el hiato, pueden atisbarse como elementos de interrupción que sirven positivamente para un desarrollo posterior: en el terreno de las artes, o en el terreno de la escritura.
La muerte y la doncella (1915)
Bibliografía
W. Georg Fischer. (2007). Schiele: Pantomimas del deseo, visiones de la muerte. Editorial Taschen.
G. Battaille. El erotismo. (2009). Tusquets Editores, Buenos Aires.
M. Blanchot. (1977). Falsos pasos. Editorial Pre-textos S.A
Imágenes:
Ernesto Borges (Caracas, 1999). Estudiante tesista de Estudios Liberales en la Universidad Metropolitana.
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