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Sobre Desplegable central (2018)

Cristian Guardia

Desde hace mucho tiempo tengo problemas para escribir. Mucha gente me ha dicho que es una cuestión de disciplina y que este problema es una tontería porque en realidad me hago entender perfectamente en la vida cotidiana y en las distancias cortas. Esto me tiene muy inquieto porque me obliga a hacer algunas preguntas que no acabo de responder. 

 

Hace un tiempo Lorena Gonzalez compartió en sus redes una entrevista a Anne Carson. La parte del titular en el que se le citaba: “Si la prosa es una casa, la poesía es alguien en llamas corriendo a través de ella”. Había otra frase que me resultó estremecedora —la autora comentaba: “No tengo muchas palabras adentro”. 

 

¿A dónde quiero llegar con todo esto?

 

La intención de este texto era aproximarme a la manera en que se generó conceptual y técnicamente la pieza del Premio Eugenio Mendoza #15, Desplegable central, pero esta pregunta me acaba de sacar de combate una vez más porque ha vuelto a ponerme en una situación tan inquietante como puede llegar a ser el ritual de limpiar un espejo: todo está más cerca de lo que parece y yo estoy ahí, con un trozo de materia humedecida frotando un producto más o menos especializado y deseando acabar con esa pátina para volver a verme, y con suerte volver a reconocerme, y quizás volver a hacerme esa pregunta (que es tan mía) con la mirada puesta en mí. 

 

¿A dónde quieres llegar con todo esto?

 

He decidido eliminar lo que era inicialmente el segundo párrafo de este texto y luego lo he movido de lugar. En él hablaba sobre mi trabajo alimenticio y exponía algunas hipótesis sobre invisibilidad que ahora me doy cuenta que no proceden para esta ocasión. Esto es muy habitual y significativo en mis procesos y lo relaciono con la seducción. Desde hace tiempo sé que mis actividades son óptimas cuando en ellas hay un equilibrio entre morbo y rigor. Luego, morbo y rigor son mis primeras necesidades.

 

Hace unos meses un amigo me invitó a hablar sobre mi trabajo artístico en la universidad privada para la que trabaja. Aquello fue muy productivo porque hubo mucho exotismo y mucha interpelación. No voy a entrar en detalles pero mi gran conclusión de aquella sesión vino en una ronda de preguntas después de hablar de mi proyecto sobre el consumo de drogas sintéticas por vía intravenosa asociado a sesiones de sexo en grupo entre homosexuales (Slam); una pregunta fue arrolladora y traducía la curiosidad de un alumno por saber si yo consideraba que había machismo entre los maricones. La vuelvo a arrojar al vacío porque me parece productivo que todos reflexionemos en torno a ella, mucho más productivo que conocer mi respuesta de aquel día ante aquella inquietud. La otra pregunta que recuerdo fue mucho más específica: ”¿Alguna vez llegaste a compartir las jeringuillas?” Mi respuesta fue rápida y sincera y me hizo ver lo mucho que me interesan las acciones que inconscientemente suponen una profunda crítica a las instituciones. 

 

Creo que en la intimidad y sólo frente a un espejo que acabamos de limpiar nosotros mismos nos podemos hacer las preguntas que pueden cambiarnos para la historia. Creo que las respuestas a las preguntas del espejo no llegan sólo tocando el fondo, hay que estar preparado para arañarlo.

 

Seguiré teniendo problemas para escribir, no tengo respuestas, estoy seguro. 

 

 

Quiero terminar mi intervención recordando el texto de Andres Senra para la exposición del proyecto Slam (post-condom poetics):

 

”Todxs necesitamos eso: un lugar donde estar con el Otro, un espacio donde sentir con el Otro, un ritual que compartir con el Otro.

 

Slam es un rito de paso que requiere un rito de iniciación. Como buen rito se ayuda de sustancias.

 

Slam es construir un cuerpo colectivo, un lugar donde refugirarse del panóptico mediático de la urbe postcapitalista.

 

Slam es construir comunidad.

 

Slam es un arnés que une todos los cuerpos en una masa informe, un coral de cuerpos-ameba unidos los unos a los otros por la firme caricia del cuero.

 

El slam de Cristian Guardia Jacinto es un lugar donde huir y un lugar del que huir. Cristian se sitúa en el centro del ritual, formando parte de él, incluyéndose como un participante más, con una mirada dentro-fuera, subjetiva y parcial, cuestionando la supuesta imparcialidad del científico cultural, dejándose arrastrar por los acontecimientos para construir una obra poética en la que el cuerpo está presente a través de la parafernalia, configurando su huella, su estructura, y a la vez estableciendo una lectura paralela con la historia del arte que nos permite volver a leerla desde otros códigos”

 

 

Cristian Guardia

Madrid, 2019

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